Ponencia con ocasión del Foro sobre Educación Musical en La Calera, Cundinamarca el 26 de Septiembre de 2009:
Los Compromisos ciudadanos en la construcción de las nuevas políticas culturales de la Colombia del S. XXI.
Documento de Discusión.
Escrito por: Santiago Piñerúa Naranjo.
“El desarrollo y promoción de la educación artística comprende no sólo la elaboración de programas específicos que despierten la sensibilidad artística y apoyen a grupos e instituciones de creación y difusión, sino también el fomento de actividades que estimulen la conciencia pública sobre la importancia social del arte y de la creación intelectual.”
Declaración de México sobre Políticas Culturales. 1982
En 1991 la nueva Constitución Política abrió las puertas a la diversidad cultural con la mención de Colombia como una nación multiétnica y pluricultural, lo cual dio inicio a todo un movimiento político, cultural, civil y académico que se ha fortalecido con el pasar de los años y ha contribuido a la configuración de nación desde diversos sectores nacionales. La legislación colombiana ha adoptado la nueva concepción de la Constitución y ha producido todo un marco legal que le respalda permitiendo la descentralización del poder ejecutivo y el crecimiento de los sectores de la sociedad de manera autónoma.
El sector cultural desde entonces se ha fortalecido notoriamente pues gracias a los planteamientos constitucionales se pasó de hablar de cultura a hablar de lo cultural, abarcando mucho más que las manifestaciones artísticas e incluyendo todas las expresiones que responden a la construcción de una sociedad, de sus individuos y sus costumbres, representadas como formas de vida, gastronomía, rituales sociales definidos y formas de vestir entre muchos otros.
Junto con esta nueva mirada de lo cultural nacen también derechos constitucionales que permiten a los individuos expresarse dentro de sus particularidades y sus entornos en principios de igualdad, respeto y responsabilidad social, dando así un espacio a la construcción de discursos disímiles que hacen parte de la diversidad de un pueblo.
Dentro de estos derechos la Constitución Política de 1991 en su artículo 70 afirma que es obligación del Estado “promover y fomentar el acceso a la cultura de todos los colombianos en igualdad de oportunidades, por medio de la educación permanente y la enseñanza científica, técnica, artística y profesional en todas las etapas del proceso de creación de la identidad nacional”. Y legitima en sus diversas manifestaciones a lo cultural como “fundamento de la nacionalidad.”
Así, la educación (que juega un papel inapelable en el proceso de construcción de las sociedades) se ve entonces permeada por el nuevo concepto de lo cultural y poco a poco la legislación que regula este sector traza una ruta común con el sector cultural y el Ministerio de Educación y en ese momento COLCULTURA emprenden un trabajo conjunto que reúne a lo educativo y lo cultural: la configuración de una nueva educación artística.
Se formula la Ley 115, o Ley General de Educación en el ´94, la cual posiciona a la educación artística (que denomina Educación artística y cultural) como área fundamental del conocimiento (artículo 23) por lo cual debe ser incluida en todas las instituciones educativas a nivel nacional. Por otra parte la Ley 397, o Ley General de Cultura emitida en 1997, crea el Ministerio de Cultura en reemplazo de COLCULTURA y reconoce las características intrínsecas en el arte afirmando que posee la capacidad no sólo de contribuir en la construcción de sociedades con principios de igualdad y respeto sino también de potenciar, preservar y proyectar la riqueza multiétnica de los países y su diversidad.
Para el año 2000 el panorama legislativo era muy favorable para la educación artística y es el momento en que se exponen los Lineamientos Curriculares de esta área, los cuales pertenecen a la serie de lineamientos curriculares para las áreas fundamentales que publica el Ministerio de Educación Nacional (MEN). Pero contrariamente a todo lo que se había construido hasta ese momento, éste documento retoma un concepto de cultura que abarca lo artístico, lo estético, las intenciones humanas en la construcción de la obra de arte y las teorías críticas de las corrientes de pensamiento que hablan del surgimiento del arte entre muchos otros conceptos que son vistos a la luz de Kant, Hegel y otros autores, dejando por fuera a las manifestaciones humanas no artísticas que también hacen parte de lo que se llamó cultura, lo que llamamos lo cultural.
Para la fecha en que fueron redactados los Lineamientos ya se evidenciaban muchas de las problemáticas que afectan aún hoy día a la educación artística y si bien los ejemplos tomados en el documento se refieren a situaciones particulares, estas dificultades se presentan en la gran mayoría de las pocas instituciones que poseen educación artística en la actualidad en sus planes de estudios.
Pese a que después de la formulación de la Ley General de Cultura se pasó de una educación estética (parafraseando los lineamientos curriculares): “educación de lo bello, apreciación de lo armónico y la comprensión del entorno a partir de las percepciones que nos formamos con ayuda de los sentidos y de la reflexión” a una educación artística “que estudia […] la sensibilidad mediante la experiencia (experiencia sensible) de interacción transformadora y comprensiva del mundo, en la cual se contempla y se valora la calidad de la vida, cuya razón de ser es eminentemente social y cultural que posibilita el juego en el cual la persona transforma expresivamente, de maneras impredecibles, las relaciones que tiene con los otros y las representa significando la experiencia misma”.
El arte sigue estando separado de la educación en muchos ambientes y paradójicamente existe un distanciamiento entre el sector cultural y el educativo que perjudica a la educación artística y su participación en la sociedad.
Mientras que el Ministerio de Educación se encarga de ella (de la educación artística) dentro de lo formal es el Ministerio de Cultura a quien le compete ésta dentro de lo no formal, situación que evidencia una de las más grandes necesidades del área: es preciso solventar la fragmentación del sistema educativo en su articulación con el sistema cultural.
Evidentemente la lejanía entre lo formal y lo no formal también se constituye como un impedimento para la integración del área, dándose que los procesos en uno y otro sector de la educación se encuentren en constantes enfrentamientos académicos y muchas veces no se reconozcan mutuamente como parte de un mismo sistema con fines comunes y metas de construcción conjunta.
La educación formal y sus representantes en muchas ocasiones niegan de manera tácita el aporte de lo no formal y lo informal a la educación artística y al sector cultural, desvirtuando prácticas artísticas “rudimentarias” o “primitivas” por no poseer todo el bagaje cultural de la academia, los principios técnicos y las posiciones estéticas que durante siglos hemos considerado correctos. Como si hubiera una mejor cultura o un mejor arte.
A su vez la educación no formal pretende soslayada mente romper con los paradigmas de la academia centroeuropea de los siglos XI al XX y construir un nuevo discurso académico que se ubique en el contexto de un continente como Suramérica, en un país como Colombia, y en el transcurrir de un siglo como el que nos corresponde, pero muchas veces estableciendo visiones parciales del arte que no reconocen los orígenes que como pueblo colonizado nos corresponden como herencia e historia propia.
Como sector nos desconocemos más de lo que deberíamos en muchas áreas, permitiendo que incluso nos neguemos unos a otros, a nuestras visiones y nuestras manifestaciones artísticas. Debemos construir un nuevo discurso a través de un lenguaje artístico que los colombianos, aún sin ser artistas, comprendamos y con el cual todos nos sintamos identificados y partícipes en la configuración de nación y nacionalidad.
Se hace necesario también el diseño de unos lineamientos curriculares que integren las perspectivas de los educandos más allá de las respuestas de encuesta que están consignadas al inicio del documento actual y que estén acompañados de la regulación, veeduría y sanción por parte del Ministerio de Educación y organismos ciudadanos y académicos establecidos.
Es prioritaria una participación de los actores de la educación superior y la no formal en el diseño de planes de estudio graduales para los niveles educativos previos los cuales ofrezcan desde el preescolar hasta la media vocacional suficientes herramientas a los estudiantes para tomar carreras del sector artístico sin tener que realizar estudios complementarios a los de su proceso normal.
¿Por qué se enseña suficiente cálculo para ser ingeniero, o suficiente lengua castellana para escribir correctamente un buen ensayo y no se enseña a cantar afinado? ¿O a sentir el cuerpo e interpretarlo junto con el entorno? ¿Por qué no enseñamos a pintar más y dejamos de lado el mito del talento? ¿Por qué no educamos el juicio ético y estético en conjunto para no tener que prohibirles a nuestros estudiantes que bailen reggaetón de maneras que avergüenzan a sus padres? ¿Para no tener que explicarles a los niños que los gangsters y las mujeres semidesnudas que salen lanzando dinero en los videos musicales no responden a la realidad de una sociedad que construye un futuro de igualdad y respeto como pretendemos?
En algunas situaciones las instituciones de formación artística paradójicamente formalizamos la diferencia dentro de marcos rígidos y ajenos a nuestra realidad y nuestro tiempo pero a la vez reconocemos su importancia en una sociedad globalizadora que homogeneíza los discursos y los convierte en mixturas que responden a la demanda de lo intimo, privado y propio en lo público. Desvirtuamos el vallenato, pero sabemos todas las canciones de Los Diablitos, Los Inquietos, Los Gigantes, El Binomio y demás grupos del género. Pedimos a nuestros estudiantes que escuchen más a Bach, a Mozart y a Beethoven pero sólo les hablamos de Rafael Escalona o de Jorge Villamil cuando supimos de su muerte. Como artistas con frecuencia negamos de manera inconsciente la validez de nuestros saberes no académicos y como colombianos a veces no reconocemos la riqueza de nuestras expresiones, actitud que heredamos del proceso de colonización, aún muy marcado en nuestra sociedad.
Las singularidades de los individuos propenden hacia la formación de discursos pluralistas y políticas que les correspondan, pero dicha situación también plantea un conflicto en el diseño de un sistema social que integre, en igualdad, a todos los actores presentes en la sociedad y los convierta en agentes de transformación sociocultural.
Para planear dentro del sistema cultural que en sí mismo es complejamente singular (aún cuando maneja cánones, estándares, imaginarios y principios colectivos y comunes) se requiere renovar la mirada mercantil del arte y de sus principios de subsistencia dentro del sistema de gobierno. No podemos seguir pensándole únicamente como producto o servicio. Sino como derecho. Como espacio de participación ciudadana. Como herramienta de construcción política. Como punto de partida en la construcción de un buen futuro. Educar en artes trasciende más que crear slogans que publiciten ante el mundo identidades que se pierden en el sabor de las papas de chorizo y limón o en la melena de “El Pibe”, en los corazones de Colombia es Pasión® y en la suma de nuestros Grammys obtenidos. Educar en artes es más que unir en un escenario a la Filarmónica de Bogotá y a Joe Arroyo y realizar cada 20 de julio un Gran Concierto Nacional.
La importancia de la educación artística dentro del currículo en la mayoría de los casos sigue siendo lúdica. La muestra gratis que mencionaba Miñana hacia el 2004 en su escrito “Tiene sentido hoy hablar de políticas públicas en educación artística” sigue teniendo validez. El rol instrumental en las políticas de paz se ha fortalecido convirtiendo a la educación artística en la panacea del conflicto y la utopía de la libertad y autonomía escolar. Para ello nos basta con recordar la famosa frase: “Todo niño que toque un instrumento jamás empuñará un arma”. Como si el sonido de los instrumentos acallara las voces del desplazamiento, detuviera las balas perdidas e impidiera las acciones que ponen en tela de juicio la moral de algunos de nuestros dirigentes. Como si al mejor estilo romano aún tuviéramos pan y circo.
Es necesario en este punto nombrar los avances que hemos tenido como sector y resaltar la labor del Ministerio de Cultura, el Departamento Nacional de Planeación y el Ministerio de Educación, entre otras instituciones oficiales, en el diseño del Plan Nacional para las Artes, el Plan Nacional de Cultura, el Plan Nacional de Música para la Convivencia y las iniciativas del SINIC (Sistema Nacional de Información Cultural) y el SINFAC (Sistema Nacional de Formación Artística y Cultural) además de los programas de concertación y la iniciativa y apoyo de eventos académicos como el recién llevado a cabo Congreso Nacional de Música. Además de instituciones como Acofartes (Asociación Colombiana de Facultades de Artes) y quien nos convoca Fladem, entre otros.
Pero el gran vacío no se encuentra en el diseño de estas iniciativas gubernamentales sino en la participación que tenemos los artistas, los docentes en artes, los estudiantes de carreras del sector y los ciudadanos en general que no nos reconocemos como arte y parte en la política. Que nos profesamos apolíticos sin hacer política más allá del voto. Que no ejercemos el “derecho a la rebelión” del que habla Foucault y que no asumimos una posición de veeduría frente al cumplimiento de las políticas que se formulan y las que están a puertas de ser renovadas como el Plan Nacional de Cultura, el Plan Nacional para las Artes y los programas de Revolución Educativa del MEN entre otros.
Hoy, para nosotros los aquí presentes debe ser claro que educar en artes debe ser aportar al futuro con programas de impacto sociocultural y con herramientas para la formación de individuos con mirada crítica y juicios de valor claros que permitan la formulación de propuestas sólidas para el progreso social y el fortalecimiento de los tejidos sociales. La educación artística no debe ser una política de gobierno, debe ser una política de estado. Y estado somos todos.

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