Los procesos de formación se inscriben en marcos globales de referencia a los cuales responden y hacia los cuales tienden de manera tácita dentro de la configuración de sus realidades y la de los individuos que en ellos participan. Dentro de los imaginarios de las sociedades el resultado, como producto, constituye la demostración de la pertinencia e importancia de una actividad, proceso y, aunque suena incomprensible, también de un sujeto. El sujeto como actor social. El sujeto como generador de capital. El sujeto como miembro de un grupo social determinado. El sujeto como constructor de vínculos humanos y sociales.
Todas estas posibles facetas de un mismo individuo le permiten actuar en pro de un crecimiento personal y a su vez, de los que le rodean y su entorno, pero sólo es posible lograrlo si a la postre se forma de manera transversal un pensamiento reflexivo que se valga de la evaluación de procesos como herramienta de seguimiento.
La educación posibilita la creación de una actitud reflexiva y una conciencia crítica y propositiva que permiten a los individuos comprender y posteriormente transformar su entorno. El arte como lenguaje y espacio de expresión presenta una herramienta de gran relevancia para la elaboración de discursos de pertinencia en las realidades sociales. La educación artística entonces, sea cual sea la práctica que aborde, permite a los individuos comprender, dialogar con y transformar la sociedad desde la singularidad de los individuos y la colectividad de sus propuestas. Esta situación casi paradójica de ambivalencia entre la expresión del sujeto y la de su sociedad a través de un mismo elemento como es la obra de arte, constituye un valor agregado de la educación artística frente a las demás disciplinas de la educación y a la vez un riesgo en los procesos de evaluación y valoración de la singularidad.
La constitución de una educación artística amplia, plural y progresista que fomente la reflexión como herramienta de cambio; que busque la formación del sujeto en primera instancia para una posterior transformación de su entorno; que permita la creación de espacios de expresión y diálogo entre las comunidades y sus individuos es la meta del sistema educativo en su articulación con el sistema cultural.
Es necesario que los miembros de las comunidades y de las comunidades académicas se reconozcan como actores con voz y voto dentro de la construcción de dicha educación artística, que aunque suene utópica, no está alejada de lo que se ha venido desarrollando en el país. El reconocimiento del otro, la apertura de fronteras sociales, los espacios dialógicos dan cuenta de ello y constituyen pilares para el erguimiento de una educación artística relevante dentro de los imaginarios de nación.
Somos parte fundamental los educadores artísticos, pero también los artistas, los estudiantes, las familias y el Estado en dicha empresa. Necesitamos hablar un lenguaje común que nos determine y que nos guíe dentro de la labor de concertar todo un sector cultural y todo un sector educativo, para ello es sumamente importante incorporar constantemente en nuestra labor la capacidad reflexiva que poseemos y a veces olvidamos. Es vital como profesionales reconocer que sólo la calidad en lo que hacemos y en lo que participamos constituye una boleta para el éxito propio y el de nuestra profesión. De manera consciente debemos integrar la evaluación, más allá de la su figura inquisitiva, a nuestro quehacer diario para propender hacia productos artísticos de calidad con alto impacto social y sitio de reconocimiento de la sociedad.
Como país debemos reconocernos fuera de los slogans publicitarios que nos entorpecen. Las manillas de “Colombia es pasión” no encierran realmente la colombianidad ni determinan si se es más o menos colombiano. Trasformar al país tal vez sí. Saber las letras de Juanes o Shakira y vibrar por sus logros enaltecidos en los medios no nos posicionan como un país con riqueza cultural. Reconocer nuestras expresiones artísticas y comprender su relación con nuestros pueblos y sus estilos de vida tal vez sí. Extrañar el ajiaco, los tamales y la bandeja paisa por citar alguno platos típicos desde el extranjero tampoco hace arte y parte de la Colombia que se está construyendo. Saber de dónde procede, saber prepararlo y reconocer un buen ajiaco, unos buenos tamales y una buena bandeja tal vez sí.
Entendernos como sujetos, como familias, como barrios, como localidades, como regiones, como culturas y como país es hacer mella en el arte, es evaluar nuestros discursos, nuestras maneras de ser y nuestras necesidades. Actuar después de evidenciarlas es nuestra responsabilidad.
Justificación del seminario taller “La Investigación como herramienta de formación e interacción social dentro de la Educación Artística en la Educación Media” presentado en la Cumbre Latinoamericana y Caribeña sobre Educación Artística, Bogotá Noviembre de 2009.
Autor: Santiago Piñerúa Naranjo
Los espacios académicos dentro del área de artes en las instituciones educativas constituyen en su mayoría momentos de acción sin reflexión. Elaboración de instalaciones sonoras, plásticas, escénicas y performativas que no trascienden en su contexto y no tienen un espacio para expresar sus ideas más allá de la inmediatez del ritmo escolar. Aún cuando en el diseño curricular dichos espacios se ven totalmente articulados con el desarrollo del PEI, en la práctica son distantes.
La memoria y la creación deben ir ligadas a procesos transversales que contribuyan al reconocimiento de la identidad como parte primordial de los procesos educativos. Que relacionen conocimientos disciplinares y reconozcan la diversidad como fundamento de nación y de las iniciativas de cooperación social.
Dentro del planteamiento del Proyecto Educativo Institucional debe existir un espacio real en que las artes y las prácticas artísticas permeen los entornos de aprendizaje y promuevan la reflexión y constante búsqueda de nuevos horizontes para el desarrollo profesional del estudiante y la comprensión y transformación de su sociedad.
La educación posibilita la creación de una actitud reflexiva y una conciencia crítica y propositiva que permite a los individuos comprender y posteriormente transformar su entorno. El arte como lenguaje y espacio de expresión presenta una herramienta de gran relevancia para la elaboración de discursos de pertinencia en las realidades sociales. La educación artística entonces, sea cual sea la práctica que aborde, permite a los individuos comprender, dialogar y transformar la sociedad desde la singularidad de los sujetos y la colectividad de sus propuestas. Esta situación casi paradójica de ambivalencia entre la expresión del sujeto y la de su sociedad a través de un mismo elemento como es la obra de arte, constituye un valor agregado de la educación artística frente a las demás disciplinas de la educación.
La investigación, como uno de los proyectos estratégicos mundiales necesita un mayor protagonismo en la formación escolar. Procesos en red que comprendan áreas aparentemente inconexas y las relacionen con solvencia haciendo de los procesos formativos dinámicos centros académicos articulados con la realidad, la singularidad y la construcción colectiva. Porque “los cambios que hacen de las políticas culturales un espacio crucial de intervención no se dan exclusivamente desde la academia”[1] y para esto es necesario valerse de ella para formar desde la sociedad y hacia la misma, y no por el contrario valerse de la sociedad para formar desde la academia tomándola como fin en sí misma.
La capacitación docente continua es primordial en un proceso de mejoramiento dentro de las instituciones educativas y la generación de procesos académicos de calidad, además de un indicador de progreso. Docentes comprometidos con la transmisión responsable del conocimiento y con aquellos que sin ser académicos contribuyen y determinan el rumbo, dentro de su participación en la sociedad, de la academia.
Es necesario incentivar a los docentes a que se capaciten e infundan en sus estudiantes la necesidad de observar el mundo con una mirada crítica y propositiva, que contribuya a la transformación de las sociedades hacia comunidades incluyentes y solidarias; comunidades auto sostenibles que articulen la cultura como eje de desarrollo social y de identidad en un mundo con tendencias globalizadoras. En un país con un Plan Nacional de Música para la Convivencia, una Ley de Teatro, una institución como el Ministerio de Cultura, una Ley de Cultura y un Plan Decenal de Cultura, a puertas de ser renovado, es necesario gestar nuevos círculos de discusión que no cesen ni se debiliten como menciona con preocupación Miñana en “Tiene sentido hoy hablar de políticas culturales en Educación Artística” 6 años después de la conformación del Ministerio de Cultura colombiano en 1998 respecto a la disminución del presupuesto para la cultura en el país:
“Por ejemplo, recientemente el Estado se “ahorró” más de 4 mil millones anuales en sueldos con la eliminación de la Orquesta Sinfónica Nacional, pero sin embargo los gastos en personal aumentaron este año en 6 mil millones de pesos en contratos externos mientras que la planta de personal está más reducida y sin músicos. Los presupuestos totales, además, para justificar que sí se está invirtiendo en arte y cultura, se inflan incorporando programas e inversiones que no son propiamente del Ministerio, ni tampoco permanentes, como los 10 mil millones del Banco de la República con su Plan de Lectura y Bibliotecas, o los 2 mil millones del Plan Colombia para el Plan Nacional de Música para la Convivencia.”
Esta nueva configuración del sistema requiere de una vinculación más fuerte entre el sector educativo y el cultural, que legitime la presencia del arte en la sociedad desde la formación en las aulas y su influencia en la concepción de la misma por parte de los individuos.
Aunque en el diseño de la Ley General de Educación, la Educación Artística en Colombia tiene un puesto asegurado (al menos en el papel) dentro de las áreas obligatorias[2] con unos Lineamientos Curriculares definidos, en la práctica, la Educación Artística en la mayoría de colegios oficiales es totalmente ausente, dejándole a los colegios privados la responsabilidad de impartirla (muchas veces a merced de los criterios de los docentes de la institución) a la población de estudiantes que alcanzan a acoger y que reciben algo más de la “muestra gratis” de educación que brindan los colegios oficiales[3].
Cuando se conciba al arte más allá de su perfil instrumental dentro de los procesos de conciliación y fortalecimiento de tejidos sociales, idea inscrita en varios documentos gubernamentales pertenecientes a las políticas de paz, también cambiará su protagonismo dentro de la configuración de nación. Los artistas dejaran de ser necesariamente bohemios y la bohemia dejara de ser poco académica en los imaginarios colectivos.
El paradigma del arte en la sociedad constituye uno de los principales tropiezos en su desarrollo como disciplina y como sector dentro de la nación. Es por esto que en las instituciones educativas, los espacios académicos relacionados con las artes no se entrelazan estrechamente con las demás disciplinas en la mayoría de los casos y los estudiantes ven las materias artísticas como momentos de diversión y “lúdica” (reduciendo el término a su definición de diccionario) sin aparente conexión con sus realidades particulares y sin constituirse como parte importante de sus procesos formativos.
Es muy difícil que las políticas culturales existentes se constituyan en “sistemas organizacionales de consolidación, transformación simbólica, social y política”[4] si sólo los académicos las conocen y las entienden. Para que éstas logren satisfacer las necesidades de la población y obtener el consenso para el orden y transformación del que habla García Canclini es necesario que se le dé una “participación amplia y diversa a la sociedad civil en el diseño de políticas,veeduría pública de planes y programas y protagonismo de la ciudadanía en lasostenibilidad de lo cultural”[5] y ello requiere una constante formación y renovación de los actores inmersos en las discusiones y el diseño de dichas políticas.
Para que la sociedad civil conozca es necesario en muchas ocasiones primero invitarla. Pero esto no basta. La formación de la conciencia y la responsabilidad social también son necesarias. El fomento y el apoyo a las iniciativas ciudadanas para el diseño y la transformación de nuevas políticas culturales o de las ya existentes hacen parte también de la oferta. La educación y los espacios donde la cultura y el arte se insertan en ella son propicios para crear una población que no sea sólo espectadora sino que realmente participe en dichos procesos. La investigación en Educación Artística como herramienta de formación de conciencia, responsabilidad social, diseño de políticas y transformación sociales es absolutamente válida y pertinente desde la escuela. Inmersa en lineamientos transversales del PEI y sustentada por las políticas culturales nacidas de los estamentos gubernamentales y civiles.
Por todo lo mencionado y por más, es de vital importancia para el sector cultural y el educativo volcar su mirada hacia las aulas y reconocer que las políticas culturales deben crear espacios en los cuales tanto docentes como estudiantes estén en procesos continuos de formación. Es imperativo expedir lineamientos curriculares para la Educación Artística que realmente se lleven a cabo dentro de las instituciones y en los cuales se dé un protagonismo al sector artístico y cultural dentro de la formulación de los Proyectos Educativos Institucionales, promoviendo la investigación como herramienta fundamental en la construcción de discursos artísticos que respondan a las necesidades y miradas de los estudiantes como sujetos activos dentro de la construcción de nación y de comunidades urbanas dentro de su ejercicio democrático.
[1] Ochoa, Ana María. “Políticas Culturales, Academia y Sociedad”
[2] Ley General de Educación (Ley 115 de 1994), Artículo 23, numeral 3.
[3] MIÑANA, Carlos. 2004. En “Tiene sentido hoy hablar de políticas culturales en Educación Artística”: Para expresarlo en forma grosera desde las técnicas del marketing, la instrucción pública obligatoria no es más que una especie de “muestra gratuita” para que los consumidores que no han probado las excelencias de ese producto que es la educación, puedan saborearla para luego convertirse en consumidores habituales.
Pero incluso esta “muestra gratuita” no debe ser totalmente gratuita. La “Educación para todos” -el programa del Banco Mundial- no apunta al “éxito” en el mercado sino a la integración no conflictiva y a la supervivencia, y se centra en “alfabetización, habilidades matemáticas, habilidades lógicas y sociales como el trabajo en equipo” (World Bank 1999:vii) y sus destinatarios prioritarios son las niñas y “los más pobres” (World Bank 1999:ix).
Ponencia con ocasión del Foro sobre Educación Musical en La Calera, Cundinamarca el 26 de Septiembre de 2009:
Los Compromisos ciudadanos en la construcción de las nuevas políticas culturales de la Colombia del S. XXI.
Documento de Discusión.
Escrito por: Santiago Piñerúa Naranjo.
“El desarrollo y promoción de la educación artística comprende no sólo la elaboración de programas específicos que despierten la sensibilidad artística y apoyen a grupos e instituciones de creación y difusión, sino también el fomento de actividades que estimulen la conciencia pública sobre la importancia social del arte y de la creación intelectual.”
Declaración de México sobre Políticas Culturales. 1982
En 1991 la nueva Constitución Política abrió las puertas a la diversidad cultural con la mención de Colombia como una nación multiétnica y pluricultural, lo cual dio inicio a todo un movimiento político, cultural, civil y académico que se ha fortalecido con el pasar de los años y ha contribuido a la configuración de nación desde diversos sectores nacionales. La legislación colombiana ha adoptado la nueva concepción de la Constitución y ha producido todo un marco legal que le respalda permitiendo la descentralización del poder ejecutivo y el crecimiento de los sectores de la sociedad de manera autónoma.
El sector cultural desde entonces se ha fortalecido notoriamente pues gracias a los planteamientos constitucionales se pasó de hablar de cultura a hablar de lo cultural, abarcando mucho más que las manifestaciones artísticas e incluyendo todas las expresiones que responden a la construcción de una sociedad, de sus individuos y sus costumbres, representadas como formas de vida, gastronomía, rituales sociales definidos y formas de vestir entre muchos otros.
Junto con esta nueva mirada de lo cultural nacen también derechos constitucionales que permiten a los individuos expresarse dentro de sus particularidades y sus entornos en principios de igualdad, respeto y responsabilidad social, dando así un espacio a la construcción de discursos disímiles que hacen parte de la diversidad de un pueblo.
Dentro de estos derechos la Constitución Política de 1991 en su artículo 70 afirma que es obligación del Estado “promover y fomentar el acceso a la cultura de todos los colombianos en igualdad de oportunidades, por medio de la educación permanente y la enseñanza científica, técnica, artística y profesional en todas las etapas del proceso de creación de la identidad nacional”. Y legitima en sus diversas manifestaciones a lo cultural como “fundamento de la nacionalidad.”
Así, la educación (que juega un papel inapelable en el proceso de construcción de las sociedades) se ve entonces permeada por el nuevo concepto de lo cultural y poco a poco la legislación que regula este sector traza una ruta común con el sector cultural y el Ministerio de Educación y en ese momento COLCULTURA emprenden un trabajo conjunto que reúne a lo educativo y lo cultural: la configuración de una nueva educación artística.
Se formula la Ley 115, o Ley General de Educación en el ´94, la cual posiciona a la educación artística (que denomina Educación artística y cultural) como área fundamental del conocimiento (artículo 23) por lo cual debe ser incluida en todas las instituciones educativas a nivel nacional. Por otra parte la Ley 397, o Ley General de Cultura emitida en 1997, crea el Ministerio de Cultura en reemplazo de COLCULTURA y reconoce las características intrínsecas en el arte afirmando que posee la capacidad no sólo de contribuir en la construcción de sociedades con principios de igualdad y respeto sino también de potenciar, preservar y proyectar la riqueza multiétnica de los países y su diversidad.
Para el año 2000 el panorama legislativo era muy favorable para la educación artística y es el momento en que se exponen los Lineamientos Curriculares de esta área, los cuales pertenecen a la serie de lineamientos curriculares para las áreas fundamentales que publica el Ministerio de Educación Nacional (MEN). Pero contrariamente a todo lo que se había construido hasta ese momento, éste documento retoma un concepto de cultura que abarca lo artístico, lo estético, las intenciones humanas en la construcción de la obra de arte y las teorías críticas de las corrientes de pensamiento que hablan del surgimiento del arte entre muchos otros conceptos que son vistos a la luz de Kant, Hegel y otros autores, dejando por fuera a las manifestaciones humanas no artísticas que también hacen parte de lo que se llamó cultura, lo que llamamos lo cultural.
Para la fecha en que fueron redactados los Lineamientos ya se evidenciaban muchas de las problemáticas que afectan aún hoy día a la educación artística y si bien los ejemplos tomados en el documento se refieren a situaciones particulares, estas dificultades se presentan en la gran mayoría de las pocas instituciones que poseen educación artística en la actualidad en sus planes de estudios.
Pese a que después de la formulación de la Ley General de Cultura se pasó de una educación estética (parafraseando los lineamientos curriculares): “educación de lo bello, apreciación de lo armónico y la comprensión del entorno a partir de las percepciones que nos formamos con ayuda de los sentidos y de la reflexión”a una educación artística “que estudia […] la sensibilidad mediante la experiencia (experiencia sensible) de interaccióntransformadora y comprensiva del mundo, en la cual se contempla y se valora la calidad de la vida, cuya razón de ser es eminentemente social y cultural que posibilita el juego en el cual la persona transforma expresivamente, de maneras impredecibles, las relaciones que tiene con los otros y las representa significando la experiencia misma”.
El arte sigue estando separado de la educación en muchos ambientes y paradójicamente existe un distanciamiento entre el sector cultural y el educativo que perjudica a la educación artística y su participación en la sociedad.
Mientrasque el Ministerio de Educación se encarga de ella (de la educación artística) dentro de lo formal es el Ministerio de Cultura a quien le compete ésta dentro de lo no formal, situación que evidencia una de las más grandes necesidades del área: es preciso solventar la fragmentación del sistema educativo en su articulación con el sistema cultural.
Evidentemente la lejanía entre lo formal y lo no formal también se constituye como un impedimento para la integración del área, dándose que los procesos en uno y otro sector de la educación se encuentren en constantes enfrentamientos académicos y muchas veces no se reconozcan mutuamente como parte de un mismo sistema con fines comunes y metas de construcción conjunta.
La educación formal y sus representantes en muchas ocasiones niegan de manera tácita el aporte de lo no formal y lo informal a la educación artística y al sector cultural, desvirtuando prácticas artísticas “rudimentarias” o “primitivas” por no poseer todo el bagaje cultural de la academia, los principios técnicos y las posiciones estéticas que durante siglos hemos considerado correctos. Como si hubiera una mejor cultura o un mejor arte.
A su vez la educación no formal pretende soslayada mente romper con los paradigmas de la academia centroeuropea de los siglos XI al XX y construir un nuevo discurso académico que se ubique en el contexto de un continente como Suramérica, en un país como Colombia, y en el transcurrir de un siglo como el que nos corresponde, pero muchas veces estableciendo visiones parciales del arte que no reconocen los orígenes que como pueblo colonizado nos corresponden como herencia e historia propia.
Como sector nos desconocemos más de lo que deberíamos en muchas áreas, permitiendo que incluso nos neguemos unos a otros, a nuestras visiones y nuestras manifestaciones artísticas. Debemos construir un nuevo discurso a través de un lenguaje artístico que los colombianos, aún sin ser artistas, comprendamos y con el cual todos nos sintamos identificados y partícipes en la configuración de nación y nacionalidad.
Se hace necesario también el diseño de unos lineamientos curriculares que integren las perspectivas de los educandos más allá de las respuestas de encuesta que están consignadas al inicio del documento actual y que estén acompañados de la regulación, veeduría y sanción por parte del Ministerio de Educación y organismos ciudadanos y académicos establecidos.
Es prioritaria una participación de los actores de la educación superior y la no formal en el diseño de planes de estudio graduales para los niveles educativos previos los cuales ofrezcan desde el preescolar hasta la media vocacional suficientes herramientas a los estudiantes para tomar carreras del sector artístico sin tener que realizar estudios complementarios a los de su proceso normal.
¿Por qué se enseña suficiente cálculo para ser ingeniero, o suficiente lengua castellana para escribir correctamente un buen ensayo y no se enseña a cantar afinado? ¿O a sentir el cuerpo e interpretarlo junto con el entorno? ¿Por qué no enseñamos a pintar más y dejamos de lado el mito del talento? ¿Por qué no educamos el juicio ético y estético en conjunto para no tener que prohibirles a nuestros estudiantes que bailen reggaetón de maneras que avergüenzan a sus padres? ¿Para no tener que explicarles a los niños que los gangsters y las mujeres semidesnudas que salen lanzando dinero en los videos musicales no responden a la realidad de una sociedad que construye un futuro de igualdad y respeto como pretendemos?
En algunas situaciones las instituciones de formación artística paradójicamente formalizamos la diferencia dentro de marcos rígidos y ajenos a nuestra realidad y nuestro tiempo pero a la vez reconocemos su importancia en una sociedad globalizadora que homogeneíza los discursos y los convierte en mixturas que responden a la demanda de lo intimo, privado y propio en lo público. Desvirtuamos el vallenato, pero sabemos todas las canciones de Los Diablitos, Los Inquietos, Los Gigantes, El Binomio y demás grupos del género. Pedimos a nuestros estudiantes que escuchen más a Bach, a Mozart y a Beethoven pero sólo les hablamos de Rafael Escalona o de Jorge Villamil cuando supimos de su muerte. Como artistas con frecuencia negamos de manera inconsciente la validez de nuestros saberes no académicos y como colombianos a veces no reconocemos la riqueza de nuestras expresiones, actitud que heredamos del proceso de colonización, aún muy marcado en nuestra sociedad.
Las singularidades de los individuos propenden hacia la formación de discursos pluralistas y políticas que les correspondan, pero dicha situación también plantea un conflicto en el diseño de un sistema social que integre, en igualdad, a todos los actores presentes en la sociedad y los convierta en agentes de transformación sociocultural.
Para planear dentro del sistema cultural que en sí mismo es complejamente singular (aún cuando maneja cánones, estándares, imaginarios y principios colectivos y comunes) se requiere renovar la mirada mercantil del arte y de sus principios de subsistencia dentro del sistema de gobierno. No podemos seguir pensándole únicamente como producto o servicio. Sino como derecho. Como espacio de participación ciudadana. Como herramienta de construcción política. Como punto de partida en la construcción de un buen futuro. Educar en artes trasciende más que crear slogans que publiciten ante el mundo identidades que se pierden en el sabor de las papas de chorizo y limón o en la melena de “El Pibe”, en los corazones de Colombia es Pasión®y en la suma de nuestros Grammys obtenidos. Educar en artes es más que unir en un escenario a la Filarmónica de Bogotá y a Joe Arroyo y realizar cada 20 de julio un Gran Concierto Nacional.
La importancia de la educación artística dentro del currículo en la mayoría de los casos sigue siendo lúdica. La muestra gratis que mencionaba Miñana hacia el 2004 en su escrito “Tiene sentido hoy hablar de políticas públicas en educación artística” sigue teniendo validez. El rol instrumental en las políticas de paz se ha fortalecido convirtiendo a la educación artística en la panacea del conflicto y la utopía de la libertad y autonomía escolar. Para ello nos basta con recordar la famosa frase: “Todo niño que toque un instrumento jamás empuñará un arma”. Como si el sonido de los instrumentos acallara las voces del desplazamiento, detuviera las balas perdidas e impidiera las acciones que ponen en tela de juicio la moral de algunos de nuestros dirigentes. Como si al mejor estilo romano aún tuviéramos pan y circo.
Es necesario en este punto nombrar los avances que hemos tenido como sector y resaltar la labor del Ministerio de Cultura, el Departamento Nacional de Planeación y el Ministerio de Educación, entre otras instituciones oficiales, en el diseño del Plan Nacional para las Artes, el Plan Nacional de Cultura, el Plan Nacional de Música para la Convivencia y las iniciativas del SINIC (Sistema Nacional de Información Cultural) y el SINFAC (Sistema Nacional de Formación Artística y Cultural) además de los programas de concertación y la iniciativa y apoyo de eventos académicos como el recién llevado a cabo Congreso Nacional de Música. Además de instituciones como Acofartes (Asociación Colombiana de Facultades de Artes) y quien nos convoca Fladem, entre otros.
Pero el gran vacío no se encuentra en el diseño de estas iniciativas gubernamentales sino en la participación que tenemos los artistas, los docentes en artes, los estudiantes de carreras del sector y los ciudadanos en general que no nos reconocemos como arte y parte en la política. Que nos profesamos apolíticos sin hacer política más allá del voto. Que no ejercemos el “derecho a la rebelión” del que habla Foucault y que no asumimos una posición de veeduría frente al cumplimiento de las políticas que se formulan y las que están a puertas de ser renovadas como el Plan Nacional de Cultura, el Plan Nacional para las Artes y los programas de Revolución Educativa del MEN entre otros.
Hoy, para nosotros los aquí presentes debe ser claro que educar en artes debe ser aportar al futuro con programas de impacto sociocultural y con herramientas para la formación de individuos con mirada crítica y juicios de valor claros que permitan la formulación de propuestas sólidas para el progreso social y el fortalecimiento de los tejidos sociales. La educación artística no debe ser una política de gobierno, debe ser una política de estado. Y estado somos todos.